Los viernes a partir de las cinco, durante tres horas, se arma la jarana. Desde una esquina de Breña, a lo largo de una década, se desempeña un templo para la canción criolla llamado "La Catedral" . 
Esta es la historia de un grupo de amigos que con vibras de guitarras, rugidos de cajones y pícaros piscos alrededor de fotografías, libros, discos y posters de su época dorada lucen canciones que no suenan en la radio para representar a la Guardia Vieja en el siglo XXI.
sabor y saber


—¡Te voy a meter un cachetadón si no sabes abrir un pisco!—dice Gabriel Durand, La Pulga, un hombre de metro sesenta de estatura, flaco, de sonrisa amplia y amarilla, trigeño, de ojos rasgados y cabello negro ondeado, cogiendo su cigarrillo, a la última persona que cogió la nueva botella otorgada a la primera guitarra—. Dame, yo lo abro pero primero voy a mi casa y regreso más tarde.

—¡Regresa vacía!—gritan desde el otro lado de la habitación.

—¡Pero regresa y con dos corchos todavía!

Guitarra llama a cajón, cajón a la voz primera. Escuchen con atención: ¡aquí está el jaraneador! La indomable Pulga se tranquiliza cuando un cajón está cerca para tocarlo, pues retumbará la habitación con la siguiente interpretación:

El amor puro, al fondo de mi pecho. Tú, Carmen querida solo has hecho pulular caricias en mi alma, canta Gabriel a la par que cajonea sinceramente. Los ¡oiga!, ¡dale!, ¡déjalo que reviente!, ¡qué bonito!, ¡así! no se dejan esperar. Tú, Carmen querida solo has hecho pulular caricias en mi alma. Yo quiero ver tu pecho embelesado. Ese amor que me juró ser fiel. Con voz sutil me acariciabas y me has engañado sin tener por qué, La Pulga se puso romántica tras tomar dosis considerables de pisco. Siempre por la derecha la botella. Después al pequeño y tradicional shot.

Con los destellos de tus lindos ojos quiero que se empapen en todo mi corazón. Para que veas que estoy postrado, yo de loco ¡Carmen de mi alma, yo te adoro con pasión! Termina su canción y los aplausos llenan de alegría a "La Catedral del Criollismo". La Pulga sale del cuarto para beber un par de cervezas más que consiguieron los compañeros de verbena antes que empezará a recitar. Dentro se rinden y ríen ante la chispa del cantor. La luz amarilla de un antiguo poste ilumina la fachada: pared color verde pálido, tanto ventana como puerta enrejadas y la algarabía que descansa entre espumas.

gabriel durand, la pulga con el perfume  que más le gusta

Un grupo de amigos sexagenarios se reunía todos los miércoles en el Centro Social Deportivo J.R. Vallejos Bozzo de Lince. Ellos no tenían idea que desde el 5 de noviembre del 2004 celebrarían en otro templo para la canción criolla. “¡Viva La Catedral del Criollismo!”, gritan con honra y convicción. Pero, ¿cómo llegaron a eso? Un público enorme apareció a su alrededor porque "tocaban bonito". No disfrutaban como antes. Así que el grupo original le propuso a uno de los queridos guitarristas, Wendor Salgado Bedoya, trasladarse a su casa para jaranear los viernes porque vivía solo. Lo hicieron. Al principio sin nombre, solo tenían un día más para disfrutar y agrandar el repertorio. Hasta que un compañero al observar la labor que realizaban exclamó: "¡esto parece La Catedral del Criollismo!". El nombre pegó tanto que las paredes, sus canciones y mentes no la dejan escapar. 
El hogar y la explosión de júbilo, sabor y cultura del fin de semana se ubica en la cuadra 11 del jirón Pariacoto, Chacra Colorada, Breña. Camisa blanca, chaleco polar gris, gorra de jockey negra y pantalón del mismo color: Wendor habla de su experiencia con los mayores exponentes del género, de la nuevas formas musicales, de la innovación. A sus 73 años, él se denomina “un guitarrista de barrio, guitarrista de callejón” que toca por propia satisfacción. Jaranea porque le gusta jaranear. Como representante de la Vieja Guardia del siglo XXI se encarga de investigar y recopilar un recóndito repertorio de canciones del sentir popular. “Hay una cantidad de compositores que no fueron conocidos porque sus canciones no sonaron en radio. Eso tocamos”, dice.
Nació un 21 de mayo de 1941 en Barranca, pero a los dos meses lo trajeron a Lima. Vivía en la cuadra cuatro de Restauración, Breña. Estudió en el colegio Mariano Melgar y sus primeras clases de guitarra fueron a los 12 años, y aunque empezó como aficionado, su finísimo oído le valió ser el único que tiene el honor de conservar temas especiales e inéditos, de antes que aparezca Felipe Pinglo, otorgado por sus vivencias al lado de los legendarios hermanos Augusto y Elías Ascuez.
Cuando los integrantes de La Catedral eran jóvenes tenían la suerte de ir de barrio en barrio, desde Breña hasta La Victoria, paseándose por el Rímac y Barrios Altos, lo que formaría un séquito de amigos con variopintos estilos. Ahora la juventud no encuentra un lugar donde conocer tales ritmos. “Por eso hicimos esto, pasan por aquí jóvenes compositores para aprender uno que otro repertorio. Buscan una canción, la escuchan y si quieren entenderla acuden a nosotros. Aportamos la letra y música, la atención ellos. Nuestro mayor anhelo es que no muera la música criolla. Mientras quieran aprender, bienvenidos serán. Así que enseñamos para que otras generaciones sigan”, comenta. Una buena razón para continuar con el aporte a la peruanidad. Construye la nación de viernes a viernes, de trino en trino, de canto a canto.

wendor salgado bedoya, el patrón criollo de pariacoto

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Existen cuatro sillas de madera, un sillón para tres personas, dos sillones personales, cinco bancos de plástico y dos cajones: uno en sonido constante y otro en silencio apartado. Todo está alrededor de una pequeña mesa rectangular de vidrio donde yacen el cenicero con los puchos Carnival o Marlboro a punto de apagarse, y antiguas como sofisticadas grabadoras de audio: una de casete, dos a pila y un par de Tascam. Varios vasos de vidrio, shots y un recipiente con papas sancochadas diminutas y sin pelar al costado del ají se requieren antes, durante y después de cada canción. Cinco metros cuadrados de diversión.

En el sillón largo están sentados, con cigarro en mano, Fred Rohner, investigador del Instituto de Etnomusicología de la Universidad Católica del Perú, especialista en lírica y música popular limeña de los siglos XIX y XX. A su derecha con un shot de Pisco en mano, el Director del Instituto Francés de Estudios Andinos (IFEA) Gerárd Borras. Junto a Rohner publicó el libro Montes y Manrique. Cien años de música peruana. También es autor del libro: Lima, el vals y la canción criolla (1900-1936). Los investigadores visitan para dialogar sobre el Criollismo, conocer nuevas voces y antiguas canciones. Esa es la mística del recinto. El turno de cantar de Fred es evidente. Elige de su repertorio una vieja conocida por los amigos titulada y dedicada al Amancaes de ayer de Don Amador Rivera, vals interpretado por Jorge Pérez y Lucho Garland, Los Troveros Criollos, en 1952. Jamás se publicó en CD.

Veinticuatro de junio, fiesta tradicional, se viste de gala la Pampa de Amancaes; en ella está el recuerdo de la Lima que se fue, ¡los muchachos de ahora, lo haremos renacer!, él con gestos de tristeza, nostalgia y orgullo se funde con el ambiente eufórico y de pisco a su alrededor.

Lima es rica por la gran cantidad de tradiciones. Pero, la fiesta de San Juan de Amancaes en la Pampa de Amancaes o en lo que hoy se conoce como la urbanización El Bosque del Rímac resaltó por su forma, fondo y 400 años de duración. En sus comienzos, era toda una atracción visitarla para merendar en una agradable dimensión verde junto al brote de numerosas flores grandes y amarillas conocidas como Amancaes. Cada 24 de junio se celebraban los concursos de música y bailes típicos. Esta abría las puertas de oportunidades para artistas de provincias que deseaban quedarse en la capital. Contó con el apoyo del gobierno de Augusto Leguía hasta su caída en los años treinta. Los asistentes disminuyeron con el pasar de los años por la ampliación y diversificación de espacios para el consumo de música popular como los Coliseos Folklóricos. Las últimas fiestas se realizaron a finales de 1950, época en que las flores se extinguieron y en su lugar aparecieron numerosas barriadas. Solo existen recuerdos que retumban gracias a la lírica criolla.

¡Orgullo del Perú, la música popular!, se escucha desde afuera un contundente ¡Ajá! Los aplausos dentro aumentan su volumen y la alegría se esparce por cada uno de los visitantes, en los valses y polcas nos dejaron su saber: tonderos y marineras, fugas y resbalosas, tocadas en las guitarras por los muchachos de ayer.


—Nuestra musa es el alma popular ¡Salud por La Catedral! —con fuerte voz lo dice el patrón criollo de Pariacoto. Con vasos en mano, todos sus compañeros exclaman ¡Salud! mientras Wendor  toma a ras su shot de pisco acholado.

WENDOR SALGADO Y "LA SANDUNGUERA". ATRÁS, FRED ROHNER CON UN SHOT DE PISCO.

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Henry Medina León es cantor aficionado que está presente cada viernes antes que el reloj otorgue las cinco desde el 2009. Uno de los más jóvenes, queridos y también fastidiados porque nadie se salva de la picantería criolla. Tras terminar de colocar nombre, apellido y firma en el último de los dos grandes libros de asistencia de "La Catedral del Criollismo", su turno de compartir voz llega. 

Con tus besos y los míos en un día muy feliz nos juramos nuestra unión hacerla eterna hasta el morir. Que me importa que no llame, si tu amor me dio riquezas. Si eres dueña de un corazón que hoy te ofreció firmezas, canta Henry acompañado por palmas, el repiquetear de anillos y cajoneos fuertes para esta serenata. Hasta que uno grita: ¡Oiga! ¡Saca la vuelta! Tus ojitos que tienes y el mío con lo cual me robaste la calma y tus labios que son de rubí por los cuales yo te amo a ti, algunos cierran los ojos y apagan la voz; otros ruegan que jamás se case Henry y que siga su jarana para que pinte sueños imposibles. ¡Cielo, cielo, cielo! ¡Cuánta dicha para mí porque ha llegado el feliz día que acabaron mis desvelos y te ruego vida mía, con la fe del corazón, nunca olvides al que te ama con esta ciega pasión! El recital termina con fuertes y numerosas palmas, ensanchando más de alegría al joven robusto, de voz grave y timbre demasiado resonante.

"La Catedral del Criollismo" abrió sus puertas el 5 de noviembre del 2004 y desde entonces solo son interpretados temas de antes de 1940 y ninguna del ámbito comercial. “Si ya lo comercial se escucha todos los días, las mismas canciones, los mismo temas, por qué no darle espacio a infinidad de letras que no salen. Esta es la mística de La Catedral. Todos hemos recopilado muchísimo material”. Wendor lo instituyó. “La mayoría de gente que desea aprender música criolla empieza con lo que se grabó desde el año 60 hasta el 80 o 85. Entonces, su repertorio se acorta”, señala el Patrón Criollo de Pariacoto. Agrega que a los niños, tarde o temprano, deben enseñarles o por lo menos hacerles escuchar música nacional. “No quiere decir que no les guste otro género. Interiormente sabemos que nuestra música es la criolla. Si sucede lo contrario, perderían identidad. No existiría el Criollismo”. La esperanza es lo último que se pierde.

las voces populares de "la Catedral del criollismo".

Wendor no grabó un disco en su vida hasta hace 10 años en su casa con colegas de rompe y raja. Ahora existen más de 500 discos y en ellas se ejecutan entre dieciocho a veinticinco canciones. No es técnica, sino sentimiento. Su deseo es que entre a dominio público todas las grabaciones que posee como muestra de fervor nacional y constructor de identidad porque al cantar cada quien entrega parte de sus vivencias. En la actualidad, “Es muy poco lo que se produce. Todo lo que grabaron en esos años se escucha ahora. Uniformizan la manera de tocar. Anteriormente, en cada barrio existía un estilo diferente. Me gustaba ir a todos. Tenía la suerte de pertenecer a esos círculos”, explica Wendor, el guardián del Criollismo, mientras sostiene su guitarra favorita y fiel compañera, La Sandunguera, imitando a guitarristas antiguos, a los grandes.


(*)Las fotografías de este artículo pertenecen a Luis Cáceres Álvarez.

el criollismo tiene quien le cante todos los viernes a partir de las 5 p.m en pariacoto 1107