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La insoportable crudeza del campo de batalla

«El temor por la muerte es normal, a todos nos llegará tarde o temprano», dice Ángel Alberto Antezana Castro, veterano de la guerra contra el Ecuador en 1941.

Publicado: 2015-01-07


Nació el 13 de diciembre de 1919 entre el límite de la Av. Abancay con Av. Grau, de padres Limeños. Se presentó al ejército de forma voluntaria después de culminar la secundaria en el Colegio Nacional Nuestra Señora de Guadalupe con su metro setenta y cinco de estatura. A sus 20 años de edad fue testigo de numerosas batallas en el Ecuador.
Perteneció al Batallón de Infantería N° 3. Estuvo en el Río Zarumilla y llegó ileso a conquistar Chacras para que su batallón se instalara en Bellavista, Santa Rosa, provincia de El Oro, en el sudoeste ecuatoriano los primeros días de agosto. Construyeron trincheras para defender territorio conquistado hasta el mes de febrero del siguiente año. Lo ocuparon, prácticamente, a salto de mata por siete largos meses; es decir, hasta que se firmó el Protocolo de Paz, Amistad y Límites de Río de Janeiro el 29 de enero de 1942. Se retiraron a pie, en medio de tormentas, hasta llegar a Tumbes.

¿Con qué arma destacó en el campo de batalla?

Utilicé el Mortero que es un arma muy eficaz. Un tubo de 31 milímetros de amplio que tiene un trípode. Y debe ser cargado por la boca con unas granadas. Cuando llegan al fondo uno debe apoyarse con el pivote de acero y el proyectil como todo fulminante—una vez que choca—explota. 


El proyectil llegaba a 1000, 1200, 1300-1800 metros. Depende de uno al poner la inclinación del tubo. Para el 41 fue un arma mortal. Solo el Perú la tenía en toda la región. Cada proyectil pesaba unos tres kilos de los cuales se distribuía en pedacitos y mataba.
¿Agarró alguna bandera ecuatoriana?

Con toda la sinceridad: No. En cambio, conseguí uniformes, municiones, cascos de acero, monturas y carabinas ecuatorianas. Todo ello lo guardaba, pero me lo arrebatan durante el viaje de regreso por descuido.  

Nuestras tropas llegaron a 160 kilómetros al sur de Guayaquil si no se firmaba el armisticio, el Perú ocupaba en dos horas con aviones esa ciudad. Intervinieron los cuatro garantes: Argentina, Brasil, Chile y Estados Unidos. Pues, iba a ser una tragedia, una vergüenza para los ecuatorianos. Si se tomaba Guayaquil, se tomaba Quito. Control total del país, el gobierno resultaría peruano. Un escándalo internacional.

El General de Brigada EP y Gran Mariscal del Perú Eloy Gaspar Ureta Montehermoso fue Comandante en jefe del Agrupamiento del Norte durante el conflicto peruano-ecuatoriano de 1941. ¿Lo conoció personalmente?

Personalmente no, pero lo he visto. Lo conocí de lejos durante su acción porque yo era subalterno. Nuestro Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas era fornido, no muy barrigón. Iba al frente de la compañía para disponer las estrategias de ataque y de defensa con su casco de acero y su pistola. Era un hombre demasiado tranquilo, metódico. 

No tenía miedo a las granadas o balas del Ecuador. Fue un hombre muy especial para mí porque admiré su valentía y el querer a la institución. Siempre con su guardia se metía en medio del combate. Un verdadero conductor de tropas: entregaba valor a uno al caminar entre las balas y que no pasara nada. No tenía temor. En conclusión, parte importante para que el Perú triunfe.

eloy gaspar ureta montehermoso, gran mariscal del perú

El 31 de julio de 1941, eficazmente, se tomó el puerto ecuatoriano de Puerto Bolívar gracias a una de las unidades de paracaidistas del Cuerpo de Aviación del Perú. Esta es considerada la primera vez que se utilizaron fuerzas aerotransportadas en las Américas. ¿Observó aquella operación?

Sí, he visto. Aprecié algunas pruebas de lanzado en Ancón antes que ocurriese. Una trágica experiencia: un soldado se lanzó y su indumentaria no abrió a tiempo, casi a 100 metros de distancia míos rebotó en el suelo y cayó deshecho. Su organismo explotó. Fue una situación macabra que sucedió, durante mi preparación, un año antes de la guerra. Nos preparábamos porque se sabía que más temprano que tarde el combate comenzaría. 


(En 1939 se fundó la primera Escuela de Paracaidistas en la Base Aérea de Chiclayo por el Coronel del Cuerpo Aeronáutico del Perú (CAP) César Álvarez Guerra. También, el héroe máximo del cielo peruano: José Quiñones González fue impulsor y activo paracaidista.

La novedosa actividad de paracaidismo militar sufrió la primera baja durante un salto masivo efectuado en las pampas de Piedras Gordas, Ancón, el 14 de noviembre de 1940, donde falleció el Sargento CAP Lázaro Orrego Morales.)


Paracaidistas del Cuerpo Aeronáutico del Perú (CAP) frente a un avión Caproni Ca.111 listos para el embarque.
(Fotos de la página web:  "Alas de Gloria")

Jóvenes de ciudad para los que la carne fue un plato cocinado, de pronto mataban a un animal en la selva ecuatoriana. ¿Qué más sucedía al tomar posición?

 Vigilábamos día y noche porque los ecuatorianos atacaban. Cada vez que llegábamos a un pueblo de la provincia del Oro había tiendas donde los suministros como harina, arroz y diverso ganado se aprovechaban. Los animales salían de sus corrales mientras que sus dueños corrían. Una fuerza que conquista u ocupa otras tierras es dueño de todo lo que captura. Comíamos a la hora que queríamos.

Un día mataron a un soldado nuestro. Yo no lo hice, pero la mayoría de camaradas vengó esa muerte y arrasó parte del territorio.

Algunas enseñanzas que entregó la guerra pudieron resultar peligrosas, en el futuro, para algunos de ustedes...
Presencié sucesos horribles: violaciones. Por ejemplo mataban a un soldado peruano entonces toda la furia de la comitiva iba contra los pueblerinos(as) que vivían cerca de los acontecimientos. De igual manera, los ecuatorianos. En toda guerra salen a relucir los instintos más infames del hombre, el actuar salvajemente. Uno de ellos es la violación. Recién salía del colegio y para mí fue terrible asistir a tales espectáculos de muerte, tragedia, salvajismo.
¿Qué más pasaba durante esos "espectáculos"?
Cuando morían los ecuatorianos, venían los perros o los chanchos y se repartían las partes del cuerpo para comérselo. Es una situación muy íntima. Algo muy tenebroso. También, era una vida de sospecha permanente. Una vida ingrata. Debíamos estar despiertos toda la madrugada.  Avisar al compañero para que tome su fusil y esté atento. No podíamos dejar de vigilar.
Entre el 18 y 19 de septiembre de 1941 ocurrió la Batalla de Panupali, mataron a varios soldados peruanos. Ellos fueron sorprendidos, rodeados y sacrificados sin algún tipo de consideración. ¿El soldado Antezana Castro estuvo ahí?
A un costado, quizás a unos 3 ó 4 km. Más tarde, llegarían nuestros refuerzos y pudimos retirarlos. Para asegurarnos mandamos patrullas y estos arrasaban. Los ecuatorianos tenían temor en su territorio de nuestras tropas porque fuimos buenos tiradores. Había una preparación militar superior. Nosotros apuntábamos a matar; en cambio, ellos agarraban el fusil y disparaban a la loca. Se llegaron a confiar puesto que sus políticos les decían que nosotros éramos Gallinas, que no podríamos aguantar con la guerra o que un ecuatoriano valía por cinco enemigos. Nosotros no teníamos porque correr donde ellos. Al entrar a su monte, desaparecían para no morir.
¿El hecho de vivir ese tipo de experiencias cambió su actitud hacia la muerte?

El temor por la muerte es normal, a todos nos llegará tarde o temprano. Yo provenía de una familia organizada, con estudios generales, en búsqueda de ser un profesional. No estaba acostumbrado a ello. Rechazaba esas brutalidades. He visto como los tanques peruanos entraban donde había soldados ecuatorianos heridos, y nuestro arsenal los aplastaba sin asco. La guerra es la guerra.



(*)Las entrevistas a los vencedores de la campaña militar en el Ecuador de 1941 se realizaron entre Septiembre y Noviembre del 2013.




Escrito por

Luis Cáceres Álvarez

"¿Quién es el hombre más feliz, el que ha enfrentado la tormenta de la vida y la vivió, o el que se ha mantenido en tierra y solo existió?"@luiscceresalv


Publicado en

El Brujo de las Calles

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