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Dos miradas sobre la crónica periodística

Joseph Zárate y Javier Sinay hablan de las principales características del periodismo literario, sus obras y su futuro.

Publicado: 2020-06-18

Del 17 al 21 de junio de 2019 se celebró la Semana de Periodismo Literario en la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC). Javier Sinay (Buenos Aires, 1980) fue uno de los invitados internacionales para el segundo día. Junto a Joseph Zárate (Lima, 1986) ensayaron sobre un género que comienza a ser tomado en serio por los académicos.

Periodismo literario, periodismo narrativo, literatura de no-ficción, crónica periodística, literatura de la realidad y otros nombres son síntesis del contacto con nuestro entorno gracias a artefactos del cuento, de la novela, de la poesía, de la dramaturgia. En la siguiente presentación están las ideas de una nueva generación que vislumbra su oficio como una vía para generar cambios en la sociedad; y al mismo tiempo, colocar algo de sí mismos en cada historia que conocen y narran.


Es un honor que la facultad de Comunicaciones me haya propuesto moderar esta mesa con grandes exponentes como Javier Sinay y Joseph Zárate, Premios Gabriel García Márquez de Periodismo en categoría texto de los años 2015 y 2018, respectivamente, para saber más sobre la crónica en el Perú, en la Argentina, en Latinoamérica. Bienvenidos. Quiero arrancar con la función social de la crónica. El periodismo como un servicio a la ciudadanía, a las comunidades, que educa, entrega cultura, pero al mismo tiempo, entretiene. ¿Qué dicen al respecto?

Joseph Zárate:  

Buen día a todos. Bienvenido, Javier, es un placer tenerte aquí.

Respecto a tu pregunta, Luis, pensar la crónica como un género periodístico es pensar en su función social. Es inevitable.

Muchas veces he hablado con alumnos míos de la universidad y están entusiasmados, muy ilusionados, con la posibilidad de ser cronistas. Sin embargo, a veces en esa juventud, en esos primeros años con los que uno se ilusiona en querer ser escritores de no-ficción se olvidan de ese detalle. Aun cuando trabajamos con el lenguaje y contamos historias que emocionan, que nos hacen pensar, olvidamos que estamos haciendo periodismo.

Para mí, el periodismo —al menos como yo lo defino— tiene que ver con un acto de generosidad. No se trata de ti sino de contar la vida del otro. Cuentas la vida del otro para que lectores se detengan en esas vidas que, normalmente, no nos detenemos a mirar, a pensar o a conocer. Es importante no olvidar esa función.

En mi caso particular aún más todavía. Digamos que [Guerras del Interior] el libro que acabo de publicar utiliza este género particular para ubicar los reflectores sobre una realidad que no nos detenemos a pensar o a mirar. Que mira con mayor profundidad el por qué se ocasionan los conflictos sociales al interior de nuestro país, cuáles son esos mecanismos de poder que de algún modo hacen que mucha gente, muchas comunidades de nuestros países, en Latinoamérica, se vean afectados, violentados, por el sistema en el que vivimos.

La crónica periodística debe hacernos reflexionar y poner en crisis nuestra manera de leer la realidad. En ese sentido, no solo es social sino política también.

Javier tiene muchos más matices…

Javier es todo un experto. Bueno, ahora fastidia que te digan que eres especialista en el amor. (Risas)

Javier Sinay: Un gurú del amor… 

Joseph Zárate: ¡Un influencer del amor!

Pero, Javier, también has trabajado temas ligados a la violencia. Tienes una antología de la crónica policial en la Argentina con ¡EXTRA! (2017) y Sangre Joven. Matar y morir antes de la adultez (2009) donde entregas escenas candentes del conurbano bonaerense y señalas que el crimen es una excusa para hablar de una generación…

Javier Sinay:   

Para mí el crimen es una excusa para hablar de diferentes asuntos. Tanto en Sangre Joven que era una excusa para hablar de mi generación, los nacidos en la década del 80, como en Los crímenes de Moisés Ville, libro que es excusa para hablar de los orígenes de mi familia en la Argentina y de la migración en general. El crimen se volvió siempre una puerta de entrada a esos temas. Incluso, en Camino al este que es un libro sobre el amor, también hay un montón de crímenes que tratan de ello y de la obsesión.

En ese sentido, volviendo a tu pregunta, la función de la crónica tiene que ser contar historias con cierto estándar de calidad, con un respeto por el protagonista, como debería ocurrir en cualquier género periodístico. Estamos hablando de gente real. Son historias reales. Que tienen una valoración por parte del lector.

La crónica es un género que se toma su tiempo para existir. Es decir, son trabajos largos donde hay una investigación, una búsqueda de ideas y una búsqueda de entender por qué una persona es como es; un episodio o un territorio es como es, o cómo un caso se desarrolló.

Lo que quiero decir con esto es que estamos intentando eliminar los maniqueísmos. Estamos hablando de eliminar eso de “Juan es bueno. Pedro es malo”. La vida no es ni blanca ni negra. La vida es un degrade de grises. Es compleja y ambigua. Y me parece que los textos de crónica deberían aspirar a mostrar eso. Mostrar lo complejo que es el mundo en el que vivimos.

Ayer Javier dio un taller y señaló que cuando agarra estos crímenes para mostrar los grises, entrevista a 20 delincuentes y a 20 policías. El delincuente “malo” tiene que tener un lado bueno. Eso tienes que registrarlo. Igual con el policía “bueno” porque hay un lado perverso.
Javier Sinay: Y el policía “malo” tiene un lado bueno…
Exacto.
Javier Sinay: Incluso, los policías latinoamericanos tienen un lado bueno…
Javier viene de la ciudad de la furia, pero también Joseph ha estado en varios espacios de furia en nuestro país. Él ha registrado los problemas ecológicos y sociales en la sierra norte y en la selva. ¿Cuáles fueron las principales dificultades que has enfrentado al abarcar a un personaje? ¿Cómo llegas a ser empático sin ser activista?

Joseph Zárate:   

Tiene que ver con lo que hablaba Javier hace unos minutos. Un problema de los periodistas al momento de cubrir historias que suceden, por ejemplo, en tierras indígenas, en comunidades alejadas de la ciudad —que tienen otros códigos culturales— donde suceden los conflictos sociales; es de algún modo, cubrir esas historias muchas veces desde lo políticamente correcto y un poco establecer ese maniqueísmo… “Los indígenas son buenos, per se, el minero es malo”. O lo contrario. “Que los indígenas son unos aprovechados, que quieren plata, y nosotros en la ciudad somos pobrecitos que estamos siendo perjudicados porque debido a ese conflicto social ya no se extrae más cobre, más petróleo”.

En nuestro trabajo queda buscar el equilibrio.

Joseph Zárate: No sé si buscar el equilibrio. Yo creo que la crónica, o que, el reportero en todo caso, lo que busca es cuestionar lo que nosotros dábamos por sentado. Esos paradigmas. Esas verdades. 

Hay que rasgar un poco de esa superficie para darse cuenta que no, necesariamente, es así. Por otro lado, cuando contaba la historia del derrame del petróleo que está en mi libro, efectivamente, afectó la vida de mucha gente en la Amazonía. Mató un río. Está comprobado que los niños al día de hoy están contaminados por metales pesados y los que trabajaron en PetroPerú también. Sin embargo, pasas un tiempo con ellos. Te das cuenta que el sistema en el que vivimos puede ser tan perverso. Incluso, sabiendo que trabajar recogiendo petróleo puede contaminarte. Mucha gente lo hizo porque ganaba mucho más de lo que, normalmente, gana al cosechar en la chacra.

Por ejemplo, cuando yo hablaba con él decía: “sí yo sé… Eso me hace daño, pero es una oportunidad que no puedo desaprovechar porque necesito comer. Mi familia necesita comer. Necesita vivir”. Cuando alguien me dice eso, rápidamente, te das cuenta que el hombre, nosotros somos contradicción todo el tiempo. Yo creo que la crónica tiene una labor muy particular de retratar esas contradicciones; y al mismo tiempo, el contar la vida de otra persona puede ser un espejo que —si vivo en la ciudad— refleje bien esos grises.

Con respecto a los viajes, has utilizado el término “espejo”. Haces un viaje externo e interno. Tú citas a Caparrós sobre este punto: “el mochilero va con poco y conoce mucho; el turista consume demasiado y observa poco; y en el medio está el cronista”. Camino al Este (2019) trata de la búsqueda de la amada y en cada ciudad que paras; es decir, —de la Argentina para España y toda Eurasia— encuentras personajes que reflejan determinado tipo de amor que facilitan el significado de una ciudad.

Javier Sinay: Bueno, como bien dijiste… Camino al Este empezó cuando mi novia Higashi, una argentina de familia japonesa, dijo que se iba un año a estudiar la ceremonia del té a Kyoto. Yo estuve trabajando como corresponsal para un diario mexicano en Argentina. Tenía que estar en Buenos Aires. Entonces, no podía moverme tanto.   

Higashi tenía dos semanas en ese año de vacaciones y el plan era ir a visitarla en un viaje relámpago porque eran dos semanas separadas. Era ir a Japón que es un viaje de 24 horas desde Argentina. Estar ahí y volver. Y trabajar desde ahí para el diario mexicano que era una locura. Cubrir temas de Argentina desde Japón para México. (Risas) Es un buen signo del mundo globalizado.

En un momento, el diario mexicano decidió cerrar sus oficinas en Argentina. Su oficina era, básicamente, mi computadora. Como me habían pagado muy bien los mexicanos, decidí que iba a ser un viaje largo. No por la vía “rápida”. Iba a empezar en Madrid e ir país por país hasta Japón. Son nueve países: España, Francia, Alemania, Belarús o Bielorrusia, Rusia —que es muy largo, lo recorrí en el tren Transiberiano— Mongolia, China, Corea y Japón.

Para financiar ese viaje bastante caro tomé parte del sueldo de los mexicanos y fui a mi editorial Tusquets. Propuse un libro de viajes para que me dieran un anticipo de dinero y dijeron que sí. Lo que no estaba claro era de qué iba a tratarse ese libro. En realidad, había armado el itinerario de las ciudades. Estuve googleando qué historias quería contar en cada lugar. En cada país hay un diario en inglés. Por ejemplo, Siberian Times en Siberia o China Daily en China. Eso me permitió conocer sus historias.

Así, me enteré que un grupo fanático de los autos organizaban torneos de lucha de autos en Grodno, Bielorrusia. Eran como autitos chocadores, pero con autos de verdad. O que una mujer en París, que es una ciudad asediada desde siempre por una peste de ratas, había juntado casi 100 000 firmas de personas que exigían al gobierno municipal de París que deje de matar ratas. Lo consideraban como un “genocidio”.

Otro ejemplo es Rusia, un país que tiene muy presente la Gran Guerra Patria, o la Gran Victoria Patria, que es como llaman a la Segunda Guerra Mundial, a la victoria sobre los Nazis, que en cada cementerio hay una llama de fuego eterno. Una flama que arde con los nombres de los caídos de cada ciudad. Pero, en Omsk que es una ciudad a 50 km de la frontera con Kazajistán, en medio de la nada, la llama del fuego eterno ardía solo 15 días por año porque no había presupuesto. (Risas)

Eran un montón de historias buenas, pero no tenían ningún punto en común. Le dije eso al editor de Planeta y me dijo “No importa, Javi. El punto en común es tu mirada”. Hablando de ese tótem que tenemos los cronistas que es la mirada. Yo decía: ¡¿Qué mirada?! (Risas) Eso no es un punto en común.

Joseph Zárate: Yo soy miope…

Javier Sinay: ¡Claro! ¿Pierdo mis anteojos y qué hacemos? (Risas)

Finalmente, lo que sí sabía es que ese libro iba a tener una fuerte primera persona. Era Javier que estaba yendo a buscar a Higashi. Entonces, tenía que contar cómo era el viaje. Cómo era la minucia de viajar. Eso que tenía Caparrós del cronista: “buscar historias, pero también contar cómo te sentís en ese viaje”.

Y, en un momento, me di cuenta de algunas historias que había encontrado en Google tocaban, tangencialmente, el tema del amor o del desamor. El amor entendido como un universo en el que hay varios planetas. Un planeta es el amor. Otros son el desamor, la compañía, la sexualidad, la soledad. Esos fueron los planetas en los que fui a buscar historias. Y así, armé un itinerario de historias de amor y desamor.

Ahora, vos preguntabas que hay de mí en las historias que escribo… Para mí es un libro que puede leerse —diciéndolo grandilocuentemente y discúlpenme la exageración—, como un reportaje transnacional sobre el amor moderno y a la vez un diario íntimo de un enamorado que viaja.

Entonces, si hubiera sido lo primero, hubiera sido un libro muy frío. Sería una cosa medio técnica. Si hubiera sido lo segundo, hubiera sido una cosa muy blanda. Muy del yo, del yo, del yo. Claustrofóbico en un punto. Todo el mundo metido en mi cabeza en vez de estar viajando. En la combinación de esos dos niveles es que aparece lo que hay de mí en las historias que escribo.

Joseph, con todos los personajes que has abarcado, todos sus problemas, todos esos espacios de furia constante, ¿la búsqueda de la identidad significa escoger ciertos temas o son los temas que te escogen?

Bueno, en principio, no sé si tiene que ver tanto con que te escojan o no. Yo creo que, en un primer momento, al menos en mi caso, cuando yo empecé a escribir las historias de mi libro hace como seis años, fueron encargos de mis editores de Etiqueta Negra. En ese momento, tenía 25 años. Yo aceptaba eso como un reto para escribir, reportear, viajar mucho por el país.   

Mientras escribía esas historias, había una pulsión, una urgencia de contar sobre conflictos sociales que ocurrían en el Perú. Digamos que personas, hombres y mujeres indígenas que se enfrentan a poderes mucho más grandes que ellos para defender lo que consideran su hogar. Digamos que no son historias como el caso de Javier que son a lo largo de varios países, sino en una zona más acotada.

Lo que me hizo pensar mucho fue en mi vínculo familiar. Un punto que cuento en el libro hacia la parte final. En muchas de esas historias yo vi, o yo reconocí, elementos de mi propia biografía y familia.

Esa historia que cuento de cómo mi abuela migra de la selva, de una comunidad indígena a la ciudad, y qué supone esa migración y esa transformación de su vida, y cómo esa decisión de algún modo hace lo que yo soy ahora. Entonces, escribir esas historias me hizo preguntar algo que no es necesariamente periodístico. Es más existencial: ¿quién soy yo en el momento de escribir esas historias?

JOSEPH ZÁRATE COMPARTE SU VISIÓN SOBRE LA RELEVANCIA DEL PERIODISMO LITERARIO EN LA ACTUALIDAD. LIMA, PERÚ. 18 DE JUNIO DE 2019.

En ese sentido, la crónica ha sido un dispositivo que ha permitido conocer más de mí mismo, más de mi propia historia, de dónde vengo yo y por qué me interesa hacer el periodismo que hago, o estas historias en particular. ¿Por qué lo hacemos? ¿qué es sobre lo que yo quiero reflexionar? Me parece que son preguntas válidas que, normalmente, no nos hacemos. Como bien mencionaba Javier, la crónica no solo supone un viaje hacia afuera, un viaje físico a través de la geografía, sino también, ese viaje contiene dentro suyo un viaje que es interior. En realidad, son dos viajes que se realizan al momento de escribir o de reportear.

Camino al Este no es tu primer libro sobre el viaje interior. También, está Los crímenes de Moisés Ville (2013) que nace por el azar. Tu papá te invita a conocer la historia de tu bisabuelo y comienzas a indagar. Resulta que era periodista y que había publicado uno de los primeros diarios judíos de la Argentina. Cuéntanos sobre ese momento bisagra en ti. ¿Cómo contar una historia familiar e ir de lo personal a lo universal? Ayer decías sobre el uso del yo: "tienen que pasar cinco o diez años para que tú des ese salto". Has trabajado la tercera persona al máximo. Has tenido bajas, caídas y golpes de tus editores.

Javier Sinay:   

El uso de la primera persona es una habilidad dedicada y es bueno empezar a usarla una vez que manejás otro tipo de habilidades. Yo quisiera preguntarles si en la sala hay practicantes de artes marciales. Que levanten la mano. ¿No hay ninguno? Bueno, no importa. No vamos a obligar a nadie.

En las artes marciales hay algunos golpes y movimientos, y secuencias de golpes, que son para los cinturones avanzados. Vos podés practicar si sos un inexperto. Pero, solo cuando seas un avanzado podrás entender mejor de qué se trata eso, cómo se hace y para qué sirve. Me parece que con la primera persona es lo mismo. Vos podés escribirla, aunque tengas poca carrera, poca experiencia, pero, sí va a funcionar mejor y vas a entender mejor cuál es tu posición dentro del texto cuando tengas más experiencia y cuando ya hayas escrito mucho en tercera persona. E, incluso, cuando hayas escrito tu opinión muy personal, personalísima, en tercera persona. Que se puede hacer tan fácil como evitando usar la palabra yo.

Una vez que usás la primera persona te convertís en un personaje del texto y esa conversión significa que el texto avanza en parte porque vos estás ahí. Sos parte del motor de ese texto. Si no lo sos de verdad, es un ejercicio de narcisismo. Nada más. Pero, sí sos parte del motor de ese texto se justifica.

javier sinay y luis cáceres álvarez en semana de periodismo literario upc. LIMA, PERÚ. 18 DE JUNIO DE 2019.

Los crímenes de Moisés Ville es un libro que trata de una serie de 22 homicidios ocurridos en una colonia agrícola judía de la provincia de Santa Fe poblada por migrantes judíos rusos. Entre 1889 y 1906 hubo 22 asesinatos de gauchos bandidos que pasaban, robaban y mataban. Era muy común en esa época. Se daba no solo en esta colonia judía, sino en otras colonias de inmigrantes de diferentes países de Europa. Estos no fueron crímenes de antisemitismo sino crímenes de xenofobia. Había mucho resquemor contra el gringo. No importaba de donde viniera. 

Mi familia llegó ahí en 1894. Fue el ingreso a Argentina desde Grodno, una ciudad de Bielorrusia, a la que volví, o sea nunca había estado. Pero, era como si hubiera vuelto a la que fui en Camino al Este. Mi bisabuelo era joven cuando ocurrieron estos homicidios, pero cuando ya era viejo en 1947, escribió un texto, una especie de memoria sobre todo lo que pasó. Y mi viejo lo encontró en Internet. Me lo mandó. Yo estaba atento en escribir algo así. Quería escribir algo personal y duro a la vez.

Cuando llegó esto, dije: ¡es excelente! Comencé a tirar la cuerda. Pasaron cuatro años. Fue una investigación muy larga. La primera persona era necesaria porque debí responder las siguientes preguntas: ¿por qué mi bisabuelo escribió ese texto? ¿qué hacía ahí mi bisabuelo en ese momento? ¿por qué mi familia se fue de Bielorrusia? ¿por qué mi familia eligió Argentina?

Después hay más notas generales del estilo como: ¿por qué el gobierno argentino de la época estaba trayendo migrantes europeos y corriendo a los gauchos de los campos? ¿qué pasó con esa colonia agrícola que hoy es un pueblo de 2500 habitantes? ¿cómo es hoy?

La primera persona fue fundamental porque era mi bisabuelo. Si yo hubiera contado la historia de este señor que fue mi bisabuelo sin decir que era mi bisabuelo, hubiera perdido una parte de fibra humana, de temperatura en el texto y de sensibilidad que es muy valiosa porque hace que el texto llegue con más emoción al lector.

Otro tema es el inicio de la carrera periodística. En estos años de parte de mi generación, de las generaciones venideras, hay un exceso por salir en pantalla. Trabajo en un canal de noticias y hay jóvenes que ingresan e inmediatamente quieren ser grabados como reporteros, pero no pasan por una sala de redacción o no cultivan con mayores lecturas su escritura. ¿Qué opinan? ¿Cuáles son sus recomendaciones a nuestros futuros periodistas?

Javier Sinay:   

Para mí, cada uno tiene su talento. Quizás, mi talento no es salir en televisión. Quizás, el de alguien sí. Quizás, el talento de alguien no sea escribir. Pero, sí creo que no hay que quemar etapas. Hay que ir de a poco. Como lo que hablábamos de la primera persona. Llega el momento en el que uno se siente cómodo, entiende y no es antes de ese momento. La velocidad no es un valor. Por lo menos no afuera de las carreras de Fórmula 1. La carrera periodística es larga. Es una maratón. Es muy compleja. Muy gratificante. Lo mejor es ir y vivir las diferentes etapas. Me parece que no hay que apurarse en ningún sentido. Hay que ir paso a paso.

Joseph Zárate:

Comparto lo que dice Javier y añadiría algo más. El talento nunca es suficiente. El talento es como una masa que tienes que ir moldeando, tienes que ir trabajando, por más que tengas la mejor masa del mundo si no la trabajas o la moldeas y la metes al horno para hacer un pan, pues no tienes nada. Eso yo les digo a mis alumnos. De hecho, en mi caso particular, entré muy jovencito a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM): 15, 16 años.

Me acuerdo de un grupo de amigos que nos juntábamos para leer y escribir. Ellos leían mucho más que yo. De hecho, tenían o tienen mucho más talento con el lenguaje. Yo siempre los admiré. Sentía que era el menos talentoso de ese grupo. Sin embargo, algo que tengo es fuerza de voluntad. Te esfuerzas y aprendes que escribir y reportear es también aprender a estar solo. Mientras tus amigos están toneándose los fines de semana, a veces, te tocará quedarte para hacerlo lo mejor posible. Eso merece la pena.

La constancia, la perseverancia, la disciplina…

Joseph Zárate: Sí, eso de ser perseverante es un lugar común. Si tú quieres trabajar con el lenguaje, contar historias, hacer periodismo, supone una cantidad de horas trabajo…   

Javier Sinay: Como dice Pablo Ignacio Taibo II: “horas nalga”. Los lugares comunes tienen un porcentaje de verdad. Por eso, se han hecho tan comunes. Quería preguntarte si a los 15 años entraste a la universidad.

Joseph Zárate: Sí, 15 para 16. Pero, no es tan chévere eso. Cuando ingresas a la universidad, todos tus amigos son mayores de edad y tú no puedes tomar alcohol. (Risas) Pero, bueno, ya está.

A esa edad no tienes muy claro que quieres hacer con tu vida. A mí me cambió la vida que un amigo me prestara Etiqueta Negra.

Javier Sinay: ¿A quién no le cambió la vida? (Risas)

Joseph Zárate: Ahora, la revista no se está editando. Para mí, fue mi escuela. Yo terminé la carrera a los 20 y entré a trabajar a la revista. Esto tiene que ver con el esfuerzo. Trabajé como reportero asistente. Investigaba para los autores.

Por ejemplo, Sinay quería escribir un ensayo sobre los payasos. Yo tenía que investigar. Hacer un reporte de los payasos en el cine, en la literatura, en la antropología. En una Pentium I. No era mía. Era de un amigo. Tipeaba el informe en las madrugadas. Luego, lo enviaba desde una cabina de internet y no me pagaban. Lo hacía para aprender.

Hice gran parte de mi carrera ahí. Eso tiene que ver con el esfuerzo de valorar a los maestros. Es fundamental valorar a los maestros. A veces, los puedes tener físicamente. Puede ser a veces tu editor, pero también hay maestros que están en los libros.

Javier señala que en una buena redacción es porque hay un buen editor detrás. En una mala redacción, hay un mal editor. Eso está ligado a los premios Gabriel García Márquez. ¿Cómo ha cambiado su vida? ¿En qué ha cambiado su visión de reportero a editor en el momento de manejar una historia? Recordemos que los premios también son ventanas para visibilizar ciertos trabajos.

Javier Sinay:   

Ganar el premio García Márquez me cambió la carrera, por consiguiente, la vida. Me abrió muchas puertas. Me permitió hacerme amigo de muchos colegas de diferentes países. Me permitió establecer nuevas conexiones. Me permitió trabajar más tranquilo.

Está un poco relacionado con lo que decía Joseph sobre el hambre con el que uno trabaja. Antes para mí era correr, correr, correr, correr una zanahoria. Y, ahora, estoy más tranquilo. El premio es tan azaroso a la vez. Cuando yo lo gané, había 200 y pico de trabajos en la categoría Texto. Me daba vértigo de pensar cómo el azar influye a que gane uno y no otro. La línea es tan fina que tampoco hay que creerselá y jactarse de nada.

Claro, feliz de haberlo ganado. Agradecido a la FNPI, a Dios y al jurado. Pero, era más posible que no ocurriera a que ocurriera y es más posible que me esté perdiendo de tantas cosas tan buenas e importantes. Finalmente, insisto en la idea de las artes marciales y de los cinturones. Uno tiene que ir avanzando de a poco, de acuerdo a su tamaño, a su lugar en la carrera, en el camino e ir disfrutando del momento porque si no te genera angustia, ansiedad, un montón de sentimientos malos.

Joseph Zárate:

En mi caso, es una situación un poco rara. Con Javier, alguna vez, hemos conversado sobre esto. Efectivamente, los reconocimientos que he ganado, que ha ganado mi trabajo, me ha permitido conocer a mucha gente. Me ha abierto muchas puertas. De hecho, hay un sentido del timing increíble porque la crónica que está incluida en Guerras del Interior ganó el García Márquez un mes y medio antes que yo publicara mi libro.

Cuando gané el Ortega y Gasset en el 2016, yo estaba en la selva. Estaba a punto de irme a la selva. Luego, lo que gané del premio pude invertirlo en mi educación para viajar a Barcelona y escribir el libro que publiqué. Me considero una persona muy afortunada.

Y es un poco lo que dice Javier: “tú no tienes manera de calcular que eso pase, y no tienes manera también de calcular todo lo que va a causar”. Porque cuando nos encontramos, Javier estuvo reporteando para Camino al Este. Te decía todas mis dudas, toda la ansiedad que sentía de los días que pasaba escribiendo. Y tú decías: “tranquilo, todo va bien”.

— No sé qué va a pasar, Javier. No sé si esto va a funcionar.

— Tranquilo, yo voy a comprar tu libro.

Javier Sinay: Me lo mandaste. (Risas)

Joseph Zárate:

¡Sí, te lo mandé!

Uno no tiene manera de calcularlo y pasas mucho tiempo solo, sacrificando muchas cosas, invirtiendo dinero que no tienes y cuando llega un reconocimiento, tengo una sensación de extrañamiento total. Luego dices: ¡qué bien! Eso anima a seguir apostando por el periodismo que uno quiere hacer. Digamos que en estos tiempos hay que tener mucha suerte para que alguien o alguna organización invierta en tus historias. Yo tengo la política de algún modo de que esos reconocimientos, o el dinero que pueda entrar, pueda ser reinvertido en nuevos proyectos que permitan seguir haciendo periodismo. En ese sentido, está bueno. No olvidarnos que uno no es famoso. Famoso es Shakira. Famoso es Juanes o Messi. Ellos son famosos. El mundo de la crónica es bien endogámico.

Javier Sinay: Somos como 40.

Joseph Zárate: Hay que aprovechar lo más que se pueda para seguir haciendo lo que uno hace.

Hay una estructura quieran o no. Hay orden en el caos que significa el periodismo. Y eso también hay que hablarlo: el presente de la crónica. Ustedes lo son y también el futuro. Me da mucha curiosidad —y eso te lo pregunté Javier cuando llegaste—sobre Svetlana Alexiévich. El Premio Nobel de Literatura 2015 fue otorgado a una periodista, una periodista literaria que es de Bielorrusia. Cuéntanos esa experiencia, ¿es un atractivo turístico de ese país? Justo sus más recientes trabajos hablan del amor y del odio, de la violencia. ¿Hubo algún contacto? ¿Cómo fue? Si no lo hubo, ¿qué le hubieras preguntado de arranque?

Javier Sinay:   

No hubo un contacto porque Alexiévich vive en Minsk que es la capital de Bielorrusia. Para ir a Bielorrusia, siendo un extranjero, tenés cinco días para estar en el país porque es una de las últimas dictaduras de Europa según los críticos y un Estado post-soviético que guarda un montón de rezagos administrativos de esa época.

Entonces, fui a la embajada de Bielorrusia en la Argentina y hablé con el embajador Víctor Kózintsev, un hombre muy sobrio con un acento muy duro que estaba… la embajada era una casa donde no había nadie. Solo él y su asistente que parecía un agente de la KGB, de hecho, en Bielorrusia el servicio secreto se sigue llamando KGB. En Rusia ya no, pero en Bielorrusia sí. Estábamos hablando de mi viaje y trajo un artículo que había salido de la sección de turismo de un diario de Argentina y me preguntó: "Mire esto, ¿qué opina sobre esto?" Estaba enojado. El título del artículo era “Bielorrusia con melancolía soviética”. Me dijo: “¡nosotros no tenemos ninguna melancolía soviética! Somos un país moderno. ¡Esto está mal!”

Y yo: “Sí, claro, embajador. Es obvio que esto está mal”. (Risas)

Alexiévich escribe sobre temas dolorosos de la Unión Soviética. Bielorrusia era parte de la Unión Soviética y de los temas dolorosos no se hablan ni en Rusia. Quizá ustedes recuerden cuando se hundió el submarino Kursk y encontraron a todos muertos después de algunos días. Los familiares que lloraban desesperados frente a la televisión, de repente, caían desmayados porque aparecían agentes del FSB, que reemplazó a la KGB y que disimuladamente les inyectaban sedantes.

Entonces, si yo quería entrevistar a Alexiévich no podía hacerlo contándole al embajador. Yo había ido a verlo para preguntarle cómo podía hacer un periodista argentino su trabajo en Bielorrusia. Pero, en Bielorrusia todo está tan controlado. No es que hay que gestionar al Centro de Prensa del Ministerio de Relaciones Exteriores una visa de periodista como sí hice en Rusia. El embajador me dijo “ningún problema, yo llamo. Aviso que usted va y listo”. No es burocrático.

Alexiévich, Premio Nobel como has dicho vos debería ser un orgullo nacional, pero no lo es. Aleksandr Lukashenko es el presidente de Bielorrusia desde el año 1994 y un buen amigo de Putin. La odia. Entonces, o vas con los amigos de Lukashenko como el embajador y haces cierto tipo de historias o vas por tu cuenta y haces las historias de los disidentes donde está Alexiévich. Para mí estas decisiones son difíciles. Yo soy de Libra. Ustedes saben que a Libra le cuesta decidir. (Risas)

Para suerte me comuniqué con la agente literaria de Alexiévich que estaba en Berlín. Me dijo que justo los días que yo iba a estar en Bielorrusia, ella no iba a estar ahí. Entonces, fue mucho más fácil. Voy a ir por las buenas. Me hice amigo del embajador. Por otro lado, me interesaba ir a Grodno que es una ciudad más pequeña que Minsk. Grodno es de donde vino mi familia. Entonces, tengo cinco días en el país, pierdo un día llegando, aeropuerto, bajando, yendo al hotel. Pierdo otro día yéndome. Me quedan tres días. Me podía dedicar a full a Grodno y listo. Estoy ansioso —volviendo a tu pregunta— que salga el libro de Alexiévich sobre el amor. No sale todavía.



Pero, sí su documental Lyubov: Love in Russian (2018)
De seguro, será un gran libro. Obviamente le hubiera preguntado sobre cosas del amor. A mí lo que me interesaba preguntar en Camino al Este era cuál es la historia de amor que hay en tu ciudad que sea muy local y a la vez sea global. ¿Dónde está el amor en tu ciudad de una manera tan nacional? Es decir, que hable de tu país, que hable de tu territorio, que hable de tu cultura, que sea interesante y que lo podamos entender en Perú o en Argentina. Le hubiera preguntado eso: ¿por dónde pasa el amor en Bielorrusia hoy? ¿De qué se trata el amor en Bielorrusia? Seguramente no hubiera sido lo mismo de lo que es el amor en Perú o el amor en Argentina.
Ahora, vamos con el futuro de la crónica.

Joseph Zárate:   

Quiero creer que el futuro de la crónica está en mi salón de clase.

Si pensamos en el futuro, cada vez más hay un interés de los lectores de acercarse a este tipo de género literario que es la crónica. Hay un público que está más consciente de qué se trata la crónica. Antes no había. —No sé qué piensa Javier sobre eso—. Hay más claridad de qué rayos es esto. Digamos que hay una ausencia de revistas para publicar. Sin embargo, se siguen publicando libros de crónica. No solo sobre el trabajo del reportero sino estudios sobre eso. Es interesante que tengamos un momento así en Latinoamérica.

¿Es un salto?

Joseph Zárate:  

No sé si sea un salto. En todo caso, como yo lo veo, es un indicativo que la crónica latinoamericana está gozando de buena salud. Los chicos de El Salvador, de El Faro, han publicado un libro sobre Las Maras. —El periodista salvadoreño Óscar Martínez escribió un libro junto a su hermano Juan José Martínez: El niño de Hollywood (2018)—. En ese sentido, hay muchas posibilidades.

En mi caso particular, por ejemplo, cuando fui a ofrecer mi proyecto de libro a una editorial. De algún modo, yo había publicado mis crónicas, no había ganado ningún reconocimiento ni nada. El editor apostó por mi libro. Jerónimo Pimentel apostó por mi libro y seguimos adelante. ¿Me entienden? Hay una apuesta por este género literario, por la crónica que está bueno. En el futuro se va a consolidar y surgirán más autores que practiquen este género con responsabilidad.

Javier Sinay:

Coincido con Joseph en que el espacio parecen ser los libros. Hay muchísimos libros de no-ficción, de crónica y de los géneros marginales que se escapan un poco, pero se nutren del periodismo. Hay mucha gente que dice que los medios no publican crónica. Yo soy un poco reacio a esa idea. Yo sí creo que los medios publican crónica y les gusta. Están encantados, pero no te dan ni el espacio amplísimo que necesitás ni la paga que te pueda financiar una investigación. Pero, quizás se están publicando crónicas un poco más pequeñas que hace que el género tenga una mínima presencia en un medio.

Me gustan mucho los trabajos que hacen los diarios grandes de afuera como The New York Times en Internet que con el scroll vas pasando la pantalla para abajo y van apareciendo animaciones, fotos y todo eso mezclado con un texto. Son formas de enriquecer al formato crónica. Igual para mí, la crónica es la palabra escrita y ya. Quizá parte del futuro esté en esos cruces con otros formatos.

Joseph Zárate:

Hablando de lo que menciona Javier… La industria de los podcasts que son crónicas audibles. Radio ambulante, por ejemplo, que es un gran referente del periodismo audible por decir algo. Al menos en Latinoamérica va a ir creciendo. También, está el espacio del cómic. Me parece que no hay que renunciar a eso. Todas esas maneras: el cómic, el audio, la escritura, el documental son formas de relato.

Y eso hay que decirlo a quienes están escribiendo un libro periodístico. Tal vez no el 100 % de ellos se van a dedicar a escribir, pero al menos esa historia que han trabajado durante dos semestres les puede servir para que se convierta en un guion de documental. O se pueda convertir en un libro de no-ficción, o de no-ficción gráfico, o en un podcast seriado. Esas posibilidades existen y hay que tomarlas. Obviamente hay que ver cuál es tu mayor interés. Si alguien tiene más sensibilidad por el dibujo, tal vez convertirá su historia en un cómic de no-ficción. Si tu sensibilidad es mucho más por el audio, trabajarás más por ahí. No hay que renunciar a esas posibilidades. La crónica puede tomar la forma de esos “contenedores”.

Javier Sinay:

Yo creo que la crónica también es una escuela como decís vos. Te formás ahí y después puedes ir con esas herramientas a trabajar de otra cosa. Por ejemplo, hay algunas empresas que están interesadas en contar las historias de sus productos con las herramientas que conocemos los periodistas. Esto suena un poco a pasarse al lado del mal, pero bueno quién soy yo para juzgar. Son crónicas también. U otro tipo de historias que se hacen con las herramientas de la crónica.

javier sinay EXPLICA CÓMO FUE LA investigación DE SUS LIBROS MÁS EMBLEMÁTICOS: LOS CRÍMENES DE MOISÉS VILLE Y CAMINO AL ESTE. lIMA, pERÚ. 18 DE JUNIO 2019.

Al fin y al cabo, somos detectores y contadores de historias. Eso va de soporte en soporte, pero contar una buena historia es muy parecido a la hora de escribir y filmar. Como dice Julio Villanueva Chang, el verbo clave para eso es elegir. Hay muchos verbos, pero se trata de elegir cuál va a ser tu foco y cómo lo vas a contar.

Cuéntanos sobre los nuevos medios digitales que abarcan Buenos Aires. Cuéntanos cómo se trabaja en RED/ACCIÓN, que apuesta por el manejo del Instagram.

Bueno, yo trabajo en un medio web argentino que se llama https://www.redaccion.com.ar/ De hecho, si tienen sus teléfonos, este sería un buen momento para que todos entren y lo miren.   

El director era el director del diario La Nación que es un diario muy grande, muy tradicional, se fue de ahí y abrió un nuevo medio. Somos quince. Somos muy pocos. Una de sus principales preocupaciones es hacer formatos novedosos y usar herramientas de la tecnología para aplicarlas al periodismo. Por ejemplo, no son cosas grandilocuentes. Tenemos la entrevista WhatsApp. Es decir, se ve como una pantalla de WhatsApp. Es una entrevista breve con analistas que puedan comentar algo sobre un tema político o económico. Y estamos explorando Instagram, la gran red social del momento. Exploramos cómo volcar nuestras notas. O sea, a veces cómo adaptar notas a las Instagram Stories y a veces, directamente, hacer contenido para Instagram Stories.

Yo les decía recién que uno de nuestros capitales es contar historias y debería ser así en Instagram Stories. Bueno, a mí me gusta más escribir un libro de 900 000 caracteres y que después venga Leila Guerriero y me lo corte a 600 000. Pero, aparte es un desafío interesante porque tenemos un 75 % de lectores que ingresa por redes sociales. O sea, no tipea https://www.redaccion.com.ar/ —como están haciendo ustedes— sino que va a redaccioncomar en Instagram —como también lo están haciendo ustedes— o a Twitter, etc.

Parte de la misión de los medios es participar en gran medida de las redes sociales y hay que buscar a la gente, a la audiencia ahí. Los medios grandes que son mastodontes lentos perdieron una porción del negocio porque no tienen reflejos tan rápidos para hacer estas cosas. Los medios más pequeños podemos experimentar más y llegar a esos lugares. Insisto, el desafío siempre es contar una noticia del mejor modo posible.

Para cerrar, quiero saber cuáles son los más recientes autores que les han impactado. ¿Cuáles son esas biblias de teoría, o esos libros de reportero, que quieran compartir a los jóvenes periodistas?

Joseph Zárate:   

No sé si biblias, simplemente, libros que hablando de la crónica pueden ser útiles. Justo me escribieron de la FNPI para preguntarme por eso. Yo recomendé uno que he leído con mis alumnos en clase: Hiroshima de John Hersey. Quienes no han leído ese libro tienen que leerlo ya. Recomiendo también que busquen uno que fue muy importante a la hora de escribir el mío que es del cronista peruano Marco Avilés: De dónde venimos los cholos. Después hay otro fundamental: Voces de Chérnobyl de Svetlana Alexiévich. Un libro increíble. Obviamente es mejor que la serie. Increíble. Increíble. Es un libro muy bello, pero al mismo tiempo es muy desgarrador. Ella trabaja toda esta tradición de la literatura oral o testimonios. Increíble. Y, por supuesto, tienen que leer el libro de Javier Sinay (Risas).

Javier Sinay:

Yo te voy a decir sobre mis libros favoritos de ahora. A mí lo que me gusta de encontrar un libro favorito es que encontrás a un maestro porque lees, atentamente, y tratas de entender cómo ese tipo escribe. Son maestros que no viste en tu vida, pero te convertís en fanático de esa persona y aprendés.

Yo ahora tengo dos en los últimos años. Uno es Emmanuel Carrère, el escritor francés de El Reino, Limónov y El adversario. Lo que hace muy bien Carrère es mezclar la primera persona con sus investigaciones periodísticas. Y también estoy leyendo a Pyko Yer que es un escritor que empezó haciendo crónicas de viajes y se fue volcando cada vez más a una crónica de viaje muy íntima, muy personal, y con una mirada cultural, muy sagaz sobre las diferencias que hay en las culturas del mundo. Leí uno de sus libros que se llama The open Road, un perfil sobre el Dalai Lama. El Dalai Lama es un hombre lleno de contradicciones porque es un monje y a la vez es un líder político que vive en el exilio desde los 23 y a los dos años fue elegido como una especie de semi Dios viviente budista. El libro es fascinante.

Así que imprimí la foto de Carrère e imprimí la foto de Yer y las puse en mi escritorio. (Risas)

¡Muchas gracias a ambos! Pueden comprar el libro de Javier…

¡Por favor! (Risas)

Para que pueda viajar, escribir más historias y regrese al Perú.


Después de las preguntas de los estudiantes, Rossana Echendía, directora de la carrera de Comunicación y Periodismo de la UPC, toma la palabra y señala: “antes de terminar esta bonita reunión no quiero dejar pasar la presencia de Julio Villanueva Chang en esta sala. De alguna manera, si estamos reunidos aquí haciendo lo que estamos haciendo, es por Julio. Hace 20 años, en 1999, a él se le ocurrió la idea de hacer el curso de Periodismo Literario y a partir del aporte de otros profesores cada año hemos publicado. Tenemos alrededor de 400 libros. Julio merece un aplauso de nosotros. (…) Muchas gracias Joseph, Javier y Lucho”.

Escrito por

Luis Cáceres Álvarez

"¿Quién es el hombre más feliz, el que ha enfrentado la tormenta de la vida y la vivió, o el que se ha mantenido en tierra y solo existió?"@luiscceresalv


Publicado en

El Brujo de las Calles

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